domingo, 29 de noviembre de 2009

RELEER EL JARAMA


Le han dado el Nacional de la Letras a Rafael Sánchez Ferlioso. Recuerdo que en mis tiempos de instituto me obligaron a leer El Jarama, no recuerdo nada del libro. Sé que olvidé la trama y al autor apenas cerré el libro, ni siquiera estoy seguro de haber terminado la lectura. Una muestra más de la tenacidad del sistema educativo contra el fomento del hábito de lectura. Un desastre, vamos. Recuerdo que muchos años después volví a encontrarme con el nombre de Sánchez Ferlosio en la novela Soldados de Salamina, de Javier Cercas. No es uno de sus protagonistas, lo es el padre de Sánchez Ferlosio, Sánchez-Mazas. Sin embargo me llamó la atención saber que el autor de aquel libro tan áspero en mi adolescencia era hijo de un fundador de la Falange. Siempre me han llamado la atención los hijos que se oponen frontalmente al padre, los hijos que deciden olvidar la carga genética y buscar su propio camino. Me interesé por Sánchez Ferlosio y descubrí que había abandonado la narrativa para centrarse más en el ensayo y especialmente en el estudio de la lingüística. El año pasado leí God & Gun, un libro sobre la violencia en la historia, sobre las religiones, sobre los fanatismos, un libro que me hizo redescubrir a Sánchez Ferlosio. Él dice que ya no quiere escribir más novelas, dice que le da “pereza”. No importa, que escriba lo que le dé la gana, que siga escribiendo, que no deje de escribir y si es para plantearnos sus lúcidas reflexiones mejor. Yo, ahora que lo conozco sin imposiciones, le leeré siempre. Y dentro de poco, quizá, me decidiré a volver a empezar aquella odiada novela de mi adolescencia.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

MÁS AUSTER


Paul Auster tiene cara de cansado, tiene esa mirada de quien se siente sobrepasado por las circunstancias propias y ajenas. No me extraña. Escribe por lo menos un libro al año, más guiones cinematográficos o la dirección de sus propias películas, más algunas incursiones en el teatro, más diversos ensayos, más varias colaboraciones periodísticas, más entrevistas y promociones, más su propia vida, la vida cuando no es escritor. Creo que Paul Auster tiene un exceso de trabajo, de necesidad (no sé si comercial) de darnos a los lectores algo nuevo cada pocos meses. El próximo día uno de diciembre Anagrama llevará a las librerías la última novela; Invisible. La novela cuenta la historia de un joven poeta al que la curiosidad vital le llevará por tortuosos caminos donde encontrará ilusiones, peligros y, supongo, que decepciones. Me suena. Desde hace años todo lo de Auster me suena a ya leído. Escribe sobre el hecho de escribir, sobre el escritor (casi siempre adivinamos que es él mismo) que escribe o que quiere escribir o que no sabe que escribir, sobre la vida que se cruza en el camino y produce la necesidad de contarla, sobre la ausencia de tener algo que escribir. Escribe lo que se escribe cuando no se sabe que escribir y claro, se cansa, y tiene esa cara de desesperado, de escritor con miedo a la página en blanco… Quizá debería de darse un descanso, no sé, de tres o cuatro años, quizá debería de vivir una vida menos de escritor, más íntima, ajena al mundo editorial, ajena a los compromisos comerciales, quizá eso le cambié el gesto cansado y hastiado y pasado un tiempo, nos sorprenda nuevamente. No digo que no me guste Paul Auster. Me encanta Paul Auster. Disfruté con Leviatan, disfruté mucho. Y le sigo leyendo, leo cada cosa que publica, le leo siempre; en el metro.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

TABUCCHI ES LISBOETA


Sostiene Pereira que Tabucchi es lisboeta. Es cierto que nació en Pissa, donde conserva la casa familiar. Es cierto que escribe en italiano. También es cierto que la mayoría de sus novelas están ambientadas en Italia. Sin embargo, Pereira sostiene que es lisboeta y Berlusconi y Schifani parecen darle la razón. A Tabucchi le hubiera gustado ser Pessoa y así tener un heterónimo, Damasceno Monteiro, tal vez, para decir lo que le dijo al presidente del Senado italiano, el tal Schifani, sin que nadie pudiera tomar represalias contra él, aunque nunca se sabe, porque Damasceno en realidad perdió la cabeza. Berlusconi y su secuaz del Senado parecen empeñados en conseguir que Pereira tenga razón, parecen empeñados en deshacerse de Tabucchi y que al final al de Pissa no le quede otra que transformarse en Pessoa. Le piden más de un millón de euros a Tabucchi por hacer preguntas inoportunas a un tipo tan intachable moralmente como Schifani. Por lo visto, en la Italia de Berlusconi se han olvidado de que la esencia de un escritor es precisamente hacer preguntas inoportunas. Por lo visto en Italia andan sobrados de personas inteligentes e inoportunas, sólo hay que ver la televisión del país para darse cuenta de ello. En Francia se ha movilizado el mundo intelectual a favor de Tabucchi, aunque eso lo hacen porque los franceses quieren que el de Pissa se convierta en parisino. En Francia, al menos, saben que nunca se está sobrado de escritores inoportunos. Yo comparto la opinión de Pereira y creo que Tabucchi es lisboeta, pero por si acaso, por si no se decide entre Lisboa y París, desde aquí le ofrezco un hueco en mi tejado donde podrá hacerme todas las preguntas inoportunas que le dé la gana.

viernes, 13 de noviembre de 2009

MIERDA, EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA


Yo he leído Cien años de soledad, El amor en los tiempos de cólera, Crónica de una muerte anunciada, El general en su laberinto y ayer terminé El coronel no tiene quien le escriba. He leído a García Márquez y lo admiro, una admiración sincera, profunda y agradecida. Creo que pocos libros me han entusiasmado tanto como Cien años de soledad, es sin duda, uno de mis libros preferidos. Ayer, más o menos a las dos de la madrugada, terminé de leer esa pequeña novela, o relato extenso, titulado El coronel no tiene quien le escriba. Me habían hablado y muy bien de ella, pero por diversas razones no lo empecé hasta el otro día y ayer concluí su lectura. Son cien páginas, cien monumentales páginas de cómo se ha de escribir cualquier historia que uno quiera contar. Cien apoteósicas páginas, enormes, grandes, maravillosas… asquerosamente perfectas. Por qué escribe usted así, señor Gabo. Por qué me deja este sabor amargo en el paladar tras la lectura del Coronel. Por qué tiene usted, señor Gabo, la mala leche de hacerme comprender que por mucho que quiera, jamás, jamás, llegaré a crear no ya una frase de las que usted escribe, siquiera una mínima preposición. No es cierto que el coronel no tenga quien le escriba, es que el coronel no deja, después de él, que nadie siga escribiendo. ¡Mierda!

martes, 10 de noviembre de 2009

PROHIBIDOS LOS SUEÑOS


Leopoldo María Panero, Panero el Loco, Panero el Bueno (para mí), nos mira desde el otro lado de la ventana con ojos desconcertados y turbados. Uno observa la imagen y parece que puede estar encerrado, retenido en alguno de los muchos sanatorios mentales por los que ha deambulado a lo largo de su vida, sin embargo, es al contrario, somos nosotros, los observadores de su locura, los que estamos encerrados en nuestra realidad ficticia, asfixiándonos sin darnos cuenta, dejando que nos mutilen. Esta semana en el suplemento BABELIA de EL PAÍS Mariano de Santa Ana rescata a este loco-cuerdo relatando un breve encuentro en Las Palmas de Gran Canaria donde, por lo visto, parece que vive o sobrevive actualmente el hijo de aquel poeta franquista del que ha heredado el nombre y el apellido. Panero le suelta a De Santa Ana frases como; "en los manicomios está perseguido el ocultismo porque está prohibido el sueño". Me alegra saber que sigue bien Panero el Bueno, que continua con su visión crítica de una realidad que a los mentalmente sanos se nos escapa. Me alegra saber que sigue buscando su Nevermore y que sea así por muchos años, que resista y que nos regale pronto alguno de sus devastadores libros de poemas, que siga soñando, por mucho que prohíban los sueños en los manicomios y en el resto de la sociedad.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

103 MUERTES DE PERRO


Se ha muerto Matusalén. Se ha ido. Ya no escribirá más, aunque hacía años que él mismo decía que ya había escrito todo lo que tenía que escribir. Se ha ido, pero se queda en sus libros, en sus numerosos libros. Seguirá con nosotros no sé si para siempre, pero si por un buen rato, aunque él mismo dijera que no hay derecho a vivir tanto. Era de Granada, que ya de por sí imprime carácter. Era de todo el mundo, con su casa, que eran sus neuronas, a cuestas por el periplo del exiliado que le llevó de Argentina a Puerto Rico, de Puerto Rico a New York y, por fin, de vuelta a España. Fue republicano y perdió la guerra, pero, como Unamuno, ganó la razón. Nunca hizo martirio de su exilio, como otros muchos, al contrario, siempre admiró a los que se tuvieron que quedar. Escribió relatos y novelas, escribió ensayos, fue profesor universitario, periodista, crítico literario, traductor, padre, amante, marido, hombre. Fue un hombre libre y nos quiso enseñar a los demás a intentarlo. Se ha muerto a los ciento tres años de edad y dicen los que le visitaban que nunca perdió la costumbre de tomarse un buen whisky a media tarde. Se ha muerto un maestro del relato español del que los simios con afanes de escribidores tenemos mucho que aprender. Leamos todos La cabeza del cordero de Francisco Ayala. No le hagan homenajes, que ya tuvo todos, simplemente léanle.