lunes, 18 de enero de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ EN LA LUNA


Se cumplen cien años del nacimiento de Miguel Hernández. Cien años de los que él sólo pudo disfrutar treinta y uno, antes de que la tuberculosis le matara en las cárceles franquistas. Tres décadas entre las cabras y la literatura, tres décadas pegado a la tierra más viva y más, tan de moda que está ahora, ecológica. En palabras de Dámaso Alonso su poesía era: una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando… Todos recordamos la elegía a Ramón Sije y, cómo no, las Nanas de la cebolla, sin embargo el primer poemario de este poeta joven, escrito entre cabras y paisajes mediterráneos, fue: Perito en lunas. Tan de la tierra, tan deseando la luna... Tan sólo tenía veintitrés años, nada más. En Orihuela, donde nació Miguel Hernández, tienen preparados un montón de actos conmemorativos para este centenario, de entre todos ellos destaca la idea de llevar hasta la luna ese primer libro; Perito en lunas. Piensan contratar un vuelo espacial que envíe una cápsula a la luna, una cápsula que dejará en la superficie lunar un ejemplar de aquel primer poemario (prologado por Ramón Sijé). No creo que nadie lea allí en la luna, junto a la huella de Neil Armstrong, los poemas de Miguel Hernández, pero eso no importa. Lo importante es el gesto, el acto en sí, el detalle, el recuerdo, lo emotivo. Pura poesía, sin duda.

lunes, 11 de enero de 2010

JODOROWSKY Y LA MARIPOSA


Si alguien ha concebido la poesía como un acto, además de Marinetti, ese es Alejandro Jodorowsky. El chileno-mexicano-parisino cuenta con su verborrea inagotable sus primeras experiencias poéticas en Chile cuando era un adolescente y comenzaba a crear su particular mundo creativo y su excepcional personaje; la del lama tibetano bañado en una gran tina de sorna latina. Jodorowsky cuenta que uno de sus primeros actos poéticos fue cruzar la ciudad de Santiago de Chile, junto a un amigo también poeta, en línea recta, pasando por encima de coches aparcados, trepando por los árboles, pidiendo permiso al dueño de una casa para poder atravesarla entrando por la puerta y saliendo por la ventana. Así entendía Jodorowsky la poesía cuando era un inocente muchacho chileno. Luego llegó el teatro pánico y el cine y los comics y el tarot. Luego conoció a Pachita y a los chamanes, luego se fue transformando en ese sabio loco que te suelta las verdades más profundas, más dolorosas, como quien te comenta lo bien que te queda la camisa que llevas puesta. En su libro Psicomagia (Siruela) pone un ejemplo de lo que él entiende por poesía, más allá del acto. Habla de un niño japonés que le entrega al maestro un haiku que dice lo siguiente:
Una mariposa
Le quito las alas
¡Y se vuelve pimiento!

El maestro le indica que eso no es poesía y pide al niño que le permita corregir el poema. El resultado es:
Un pimiento
Le pongo unas alas
¡Y se vuelve mariposa!

miércoles, 6 de enero de 2010

GABRIEL CELAYA CARGADO DE FUTURO


Porque sí. Porque me apetece. Porque en estos tiempos tan duros para los lirismos hay que recordar la verdadera función de la poesía, porque como decía Marinetti la poesía es un acto, un acto mágico quizá, un acto cargado de lucha y de futuro. Porque hay una versión magnífica de este poema cantada por Paco Ibáñez en el Olympia de París. Porque hoy, día de los Reyes Magos, me he regalado una antología de Gabriel Celaya, así que por eso, porque sí, porque me apetece.



LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,

mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,

fieramente existiendo, ciegamente afirmado,

como un pulso que golpea las tinieblas,


cuando se miran de frente

los vertiginosos ojos claros de la muerte,

se dicen las verdades:

las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.


Se dicen los poemas

que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,

piden ser, piden ritmo,

piden ley para aquello que sienten excesivo.


Con la velocidad del instinto,

con el rayo del prodigio,

como mágica evidencia, lo real se nos convierte

en lo idéntico a sí mismo.


Poesía para el pobre, poesía necesaria

como el pan de cada día,

como el aire que exigimos trece veces por minuto,

para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.


Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan

decir que somos quien somos,

nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

Estamos tocando el fondo.


Maldigo la poesía concebida como un lujo

cultural por los neutrales

que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.


Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren

y canto respirando.

Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas

personales, me ensancho.


Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,

y calculo por eso con técnica qué puedo.

Me siento un ingeniero del verso y un obrero

que trabaja con otros a España en sus aceros.


Tal es mi poesía: poesía-herramienta

a la vez que latido de lo unánime y ciego.

Tal es, arma cargada de futuro expansivo

con que te apunto al pecho.


No es una poesía gota a gota pensada.

No es un bello producto. No es un fruto perfecto.

Es algo como el aire que todos respiramos

y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.


Son palabras que todos repetimos sintiendo

como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.

Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.

Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Gabriel Celaya