lunes, 26 de abril de 2010

UNA MUJER EN LA GUERRA DE ESPAÑA


Fue mujer, madre, escritora, periodista, feminista, cosmopolita, idealista y esposa de un capitán de aviación de la República. Por todos estos motivos fue encarcelada y represaliada desde el primer día de la guerra civil española. Se llamaba Carlota O'neill. Su marido, Virgilio Leret, había sido destinado ese verano a la base de hidroaviones de Atalayón, en Melilla. Ella decidió pasar el verano, con sus hijas, junto aVirgilio. Le gustaba la idea de vivir una temporada en un barco. La noche del 17 al 18 de julio los rebeldes se sublevan tomando Melilla. Virgilio Leret permanece fiel a la República y esa misma noche es fusilado. Carlota comienza a escribir, esa noche, una crónica, trabajaba como periodista, sobre los sucesos que estaba viviendo en primera persona. Probablemente fuera la primera crónica sobre la Guerra Civil puesto que la noticia del golpe de estado aún no había llegado a la Península. Esa crónica, encontrada por los falangistas cuando la detuvieron, le costó un Consejo de Guerra. Luego vendría otro. Su suegro, el coronel franquista Leret Úbeda, nunca intercedió por ella, todo lo contrario; la acusaba directamente de haber influido de manera perniciosa en su hijo convirtiéndole en ateo y rojo. Permaneció seis años encarcelada y separada de sus dos hijas. En 1941 es puesta en libertad y consigue recuperar la custodia de sus hijas. Sobrevive a duras penas escribiendo novelitas románticas o policiacas bajo pseudónimo. En 1951 consigue salir de la España franquista y emigra a Venezuela. En su maleta lleva unas “notas para una novela policiaca y de aventuras” que no son sino el boceto de la crónica de los años que pasó en la cárcel. Esas memorias vieron la luz por primera vez en 1962 en México con el título: Una mujer en la guerra de España. También escribió Romanza en rejas, un libro de poemas escritos durante sus años de cautiverio y el libro Los muertos también hablan donde relata los años de represión franquista.

    Todo esto lo contaron su hija Carlota Leret O´neill y la profesora Raquel Osborne Verdugo en el seminario Memoria y sexualidad de las mujeres bajo el franquismo organizado por la UNED y el Museo Reina Sofia que se celebró en Madrid entre los días 5 y 11 de este mes de abril.

miércoles, 14 de abril de 2010

PREFERIRÍA NO ENTENDERLO

Conocí a Enrique Vila-Matas hace siete años en la Fnac. Yo estaba buscando un libro de Vargas Llosa y al recorrer la estantería me tope con el nombre de Vila-Matas y un título enigmático: Bartleby y compañía. El autor me sonaba vagamente por otro título, Suicidios ejemplares, del cual tenía excelentes referencias. Leí la sinopsis de Bartleby y compañía y no entendí nada, salvo que el nombre tenía su origen en un relato de Herman Melville (para mí hasta entonces el autor de Moby Dick y desde entonces el autor de Bartleby el escribiente o de Benito Cereno). No entendí nada de lo explicado en la contraportada y por eso compré el libro. Parafraseando a Vila-Matas cuando parafrasea a Melville soy de los que ante la disyuntiva de leer o no un libro desconocido digo eso de: preferiría no entenderlo. Así que leí Bartleby y compañía y una semana más tarde me compré todo lo que encontré de Vila-Matas en las librerías. Me quedé, irremediable y felizmente, enganchado a su prosa.

    Dos o tres años más tarde conocí a Enrique Vila-Matas, esta vez en persona, en una charla organizada por la A.C.E. La idea inicial, al igual que sucedía con otros escritores, era que Vila-Matas hablara en esa charla sobre su vida, su obra, sus inicios literarios y sus obsesiones como escritor. Así comenzó la conferencia, hasta que en un momento determinado, el autor de Doctor Pasavento nos sorprendió a todos los aspirantes a escribidores que asistíamos al evento leyéndonos el borrador de uno de los relatos que más tarde incluiría en Exploradores del abismo. Lo hizo con timidez, pidiéndonos consejo, escuchando con atención nuestras sugerencias. Fue algo emocionante, diferente, para mí, ya entonces fanático admirador de Vila-Matas, fue un momento excepcional. Luego, tras la conferencia, Enrique (a esa alturas ya le llamábamos Enrique) se vino con nosotros a tomar unas cañas en una cafetería de la calle Sagasta y nos contó, con su imperturbable timidez anécdotas divertidas sobre su vida. Desde ese día yo, lo confieso, estoy profundamente enamorado de Vila-Matas. Creo que he leído todo o casi todo lo que ha escrito, quizá me falten las listas de la compra que colgará con un imán en la puerta del frigorífico, y como dije, seguiré leyéndolo siempre, publique donde publique, tránsfuga o no, porque, reitero, estoy enamorado de Enrique. Yo no quiero ser Vila-Matas, ni pretendo escribir como él, ni siquiera comparto sus obsesiones temáticas, yo lo que quiero es tenerle a mi lado eternamente, para toda la vida y que por las mañanas o por las noches me cuente al oído, a mí sólo, todas esas cosas que cuenta en sus libros. Sin embargo, no me engaño, sé que él preferiría no hacerlo…