El propio Nabokov reconoció que estuvo a punto de convertir en cenizas el manuscrito de Lolita. Los biochismosos (autorizados y no autorizados) aseguran que fue su mujer, Vera, y no el escritor, quien salvo del incinerador el manuscrito de una de las mejores novelas del siglo XX. Esas mismas fuentes comentan que en 1977, poco antes de morir, Vladimir Nabokov pidió a Vera que destruyera las notas que tenía para el proyecto en el que estaba trabajando. Repito la palabra PROYECTO. Es importante. Un proyecto (Primer esquema o plan de cualquier trabajo que se hace a veces como prueba antes de darle la forma definitiva. DRAE) nunca es una obra terminada. Nabokov presintiendo su muerte y siendo como era un perfeccionista no quiso que sus notas (Apunte de algunas cosas o materias para extenderlas después o acordarse de ellas. Tomar nota. DRAE) cayeran en manos de algún editor desaprensivo dispuesto a ganar dinero a expensas de su propia calidad literaria. Vera no tuvo fuerzas para cumplir la petición de su marido y guardó en la caja fuerte las fichas donde Nabokov escribió los apuntes de aquel proyecto que nunca terminó. Son fichas con diálogos, situaciones, descripciones, mínimos bosquejos inconexos donde hasta los personajes van cambiando de nombre porque se trata de eso: de algo que lentamente tiene que tomar forma, algo sobre lo que se irá trabajando quizá durante años, algo incierto que puede que ni siquiera llegue a nada o que si concluye en obra literaria probablemente no tenga nada que ver con lo escrito en esas notas. Cualquiera que haya escrito un relato, una novela, una obra de teatro, un poema, un ensayo, un guión, la letra de una canción, cualquiera que haya escrito alguna vez en su vida sabe eso. Algunos editores no saben eso. Algunos hijos tampoco. Cuando se juntan ambos, cuando firman una alianza los editores sin escrúpulos y los herederos de apellidos (no parece que haya heredado otra cosa) con complejos freudianos surgen improperios literarios como El Original de Laura. En el mundo de habla inglesa lo ha publicado Knopf, donde han jugado a reproducir las fichas literalmente, para que el lector las pueda troquelar, mezclar, barajar y hacer su propia versión de la novela y jugar durante un rato a ser un Nabokov más. Aquí lo ha publicado Anagrama a la manera castellana, sin demasiados aspavientos, con una reproducción fotográfica de las fichas y su correspondiente traducción es suficiente. Para no perderse la introducción del hijo parricida, Dimitri, que sirve como alegato de su inocencia y su altruismo al querer compartir el tesoro de su caja fuerte con el resto de la humanidad. Lo que no llego a entender es porque no se ha respetado, al menos, el título que el propio autor dio a esas notas: Herramienta.
lunes, 19 de julio de 2010
sábado, 10 de julio de 2010
UNA SEMANA DE 23 AÑOS
Hace 23 años Gijón estaba tomado por la banda de Max Thaler, el Susurro. Hombres sin escrúpulos que imponían su ley a base de balas y navajazos desde el puerto del Musel hasta el cerro de Santa Catalina. Eran tiempos duros y difíciles, tiempos oscuros, tiempos de lluvia intensa. Hace 23 años un valiente Agente de la Continental, camuflado bajo el nombre artístico de Paco Ignacio Taibo II, decidió sacar de las calles a los chicos del Susurro, Pete el Filandés o Lew Yard. Tuvo que saber imponerse al jefe de policía Noonan y a la seductora Dinah Brand. Fue duro, pero nuestro Agente de la Continental no desistió en el empeño. Aquella historia que comenzó con el cadáver de Donald Willsson sigue más fuerte que nunca desde hace más de dos décadas, marcando estilo, imponiendo su ley. Pocos recuerdan, hoy en día, que antes de Paco Ignacio Taibo II aquel territorio salvaje era conocido como Personville, las malas lenguas siempre le llamaron Poisonville. Hoy todos conocemos ese escenario con el nombre de la Semana Negra de Gijón. Una semana de diez días y veintitrés años. Enhorabuena.
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