Doscientas páginas de estampas de beisbol, como si de un catálogo de cromos coleccionables se tratara. Otras doscientas páginas para explicar las diferencias entre anarquistas, bolcheviques y socialistas como quien se lo explica a un niño de primaria, utilizando tópicos de chistes de Arévalo (los bolcheviques gritan mucho y se emborrachan, no hacen otra cosa, pero los anarquistas ponen bombas, qué malos que son). Ya hemos reducido el libro a la mitad, es decir: nos quedan todavía cuatrocientas páginas. Cuatro centenares de hojas en las que podemos encontrar chorradas como que a los italianos les gusta la ópera porque en su tierra natal los trovadores recorren las plazas de los pueblos cantando romances y tonadas, eso a principios del siglo XX, olvidando que Italia es la cuna de la ópera y que los trovadores y juglares dejaron de existir varios siglos antes. Un gran libro, sin duda, al menos por su tamaño. Yo tenía grandes esperanzas puestas en Lehane, las referencias eran inmejorables, sin embargo, tras la experiencia, no puedo más que seguir el consejo que el propio autor da en el título de la novela y dejarlo para Cualquier otro día. Sí, será lo mejor. Lo dejaré para cuando hagan la película, porque creo que Lehane gana mucho cuando lo cuentan Eastwood o Scorsese.
viernes, 9 de septiembre de 2011
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