Un elefante durmiendo la siesta en la carretera que llega hasta las Cataratas Victoria. Un día a día cargado de actividades extenuantes para poder terminar en la cama rendido, sin fuerzas para enfrentarse con uno mismo. Las fichas de dominó como símbolo de las decisiones sin retorno que uno elije en la partida de la vida. Una abuela que necesita de intérprete para entenderse con su nieta. Una pregunta retórica: ¿a quién le importa el dolor de un saco de arena? Estas y otras historias componen el libro No habría sido igual sin la lluvia, de Rubén Abella. Un libro ganador de la XI edición del Premio Vargas Llosa NH de Relatos. Yo nunca he pasado una noche en un hotel NH, este libro me lo ha dejado alguien que se encontró con él en una habitación de esta cadena hotelera en Lisboa. No se trata de un libro de Pessoa, eso habría sido el colmo de la buena suerte. Cuando ocupas la habitación de un hotel esperas encontrar una luz fundida, un par de perchas en un armario, una televisión monótona y un mueble bar. Nunca esperas encontrar un libro en la mesita de noche. Grata sorpresa. ¡Ojalá desaparezca el mueble bar de los hoteles! ¡Ojalá exterminen las perchas plastificadas y sin cabeza! ¡Ojalá pongan estanterías con libros en los baños clónicos de los hoteles! Nunca he pasado la noche en un hotel NH, pero sin duda lo haré. El año que viene, que el libro de este año ya lo he leído.
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