Conocí a Enrique Vila-Matas hace siete años en la Fnac. Yo estaba buscando un libro de Vargas Llosa y al recorrer la estantería me tope con el nombre de Vila-Matas y un título enigmático: Bartleby y compañía. El autor me sonaba vagamente por otro título, Suicidios ejemplares, del cual tenía excelentes referencias. Leí la sinopsis de Bartleby y compañía y no entendí nada, salvo que el nombre tenía su origen en un relato de Herman Melville (para mí hasta entonces el autor de Moby Dick y desde entonces el autor de Bartleby el escribiente o de Benito Cereno). No entendí nada de lo explicado en la contraportada y por eso compré el libro. Parafraseando a Vila-Matas cuando parafrasea a Melville soy de los que ante la disyuntiva de leer o no un libro desconocido digo eso de: preferiría no entenderlo. Así que leí Bartleby y compañía y una semana más tarde me compré todo lo que encontré de Vila-Matas en las librerías. Me quedé, irremediable y felizmente, enganchado a su prosa.
Dos o tres años más tarde conocí a Enrique Vila-Matas, esta vez en persona, en una charla organizada por la A.C.E. La idea inicial, al igual que sucedía con otros escritores, era que Vila-Matas hablara en esa charla sobre su vida, su obra, sus inicios literarios y sus obsesiones como escritor. Así comenzó la conferencia, hasta que en un momento determinado, el autor de Doctor Pasavento nos sorprendió a todos los aspirantes a escribidores que asistíamos al evento leyéndonos el borrador de uno de los relatos que más tarde incluiría en Exploradores del abismo. Lo hizo con timidez, pidiéndonos consejo, escuchando con atención nuestras sugerencias. Fue algo emocionante, diferente, para mí, ya entonces fanático admirador de Vila-Matas, fue un momento excepcional. Luego, tras la conferencia, Enrique (a esa alturas ya le llamábamos Enrique) se vino con nosotros a tomar unas cañas en una cafetería de la calle Sagasta y nos contó, con su imperturbable timidez anécdotas divertidas sobre su vida. Desde ese día yo, lo confieso, estoy profundamente enamorado de Vila-Matas. Creo que he leído todo o casi todo lo que ha escrito, quizá me falten las listas de la compra que colgará con un imán en la puerta del frigorífico, y como dije, seguiré leyéndolo siempre, publique donde publique, tránsfuga o no, porque, reitero, estoy enamorado de Enrique. Yo no quiero ser Vila-Matas, ni pretendo escribir como él, ni siquiera comparto sus obsesiones temáticas, yo lo que quiero es tenerle a mi lado eternamente, para toda la vida y que por las mañanas o por las noches me cuente al oído, a mí sólo, todas esas cosas que cuenta en sus libros. Sin embargo, no me engaño, sé que él preferiría no hacerlo…
Sí señor, a Melville hay que recordarlo a lo grande por lo pequeño: Bartleby, Benito Cereno, y te añadiría Billy Budd; aunque si Moby Dick hubiera sido también pequeña quitando las 3.000 o 4.000 páginas de cetología y técnicas pesqueras, también hubiera sido genial.
ResponderEliminarAh, que el post era sobre Vila-Matas...
GONZO
Estoy de acuerdo contigo, Gonzo. Si Moby Dick hubiera sido una novela corta yo estaría dispuesto a releerla. Y el post iba sobre Vila-Matas que en realidad es Melville o viceversa.
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