El 24 de marzo de 1977 escribió Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, un día después desapareció en al avenida San Juan de Buenos Aires. Nunca más se le ha vuelto a ver. Parece ser que los últimos en saber de él fueron los de la Escuela Mecánica de la Armada, pero esos sufren de amnesia crónica y no sueltan prenda. Algunos dicen que se defendió a tiros, que resistió hasta quedarse sin balas. Otros cuentan que usó la pastilla de cianuro que llevaba en su bolsillo desde los tiempos de militancia en Montoneros. Claro que los hay que afirman que se fugó a Brasil, donde camufló su identidad y acabó cansándose con una carioca. No necesitamos saber los detalles de su desaparición, los intuimos; en poco se diferenciará de lo sucedido a todos los que pasaron por la ESMA.
Rodolfo Walsh fue periodista, autor teatral y escritor de relatos. Destacan sus cuentos policíacos y sus investigaciones periodísticas. En el libro Operación Masacre desmantela la trama política de los fusilamientos de José León Suárez, ocurridos en Buenos Aires en 1956. Esta denuncia le acarreó numerosos enemigos políticos y militares, especialmente militares y todos sabemos que los militares acostumbran a no olvidar, salvo cuando se trata de desaparecidos.
Sobre su faceta de escritor él mismo dijo: Soy lento; he tardado quince años en pasar del mero macionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración del texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez. Un gran consejo para los escribidores.
Juan Gelman afirmó sobre Walsh: su obra respira y late como un animal que aprendió a no dejarse morir.
La editorial Veintisiete Letras ha publicado esta primavera sus cuentos completos. Cuatro decenas de relatos entre los que destacan: Variaciones en rojo y Los oficios terrestres. Es una buena oportunidad para leer a Walsh y, así, no dejarle morir.