Octubre es el mes de los premios literarios (incluido el Premio). A principios de este mes le dieron a Javier Cercas el Nacional de Narrativa por su obra Anatomía de un instante. Un estupendo libro en el que Cercas nos cuenta lo sucedido el 23 de febrero de 1981 centrándose en tres figuras claves de la transición española, protagonistas de aquella jornada y que se negaron a tirarse al suelo cuando el del tricornio con mostacho lo ordenó a tiros. Los tres héroes de Cercas son: Gutiérrez Mellado, Suárez y Carrillo. A lo largo de la “novela” desglosa la vida y milagros del trío hacedor de la democracia española y de los sucesos, confabulaciones y conspiraciones judeo-masónicas, franquistas- falangistas o rojo-stalinistas que confluyeron en aquel histórico instante. ¡Qué se sienten, coño! Me parece un buen libro: interesante, riguroso y, en algunos aspectos, esclarecedor de lo ocurrido. Sin embargo, no me parece una novela. Lo siento, no es una novela. Se trata de un ensayo, de una investigación periodística o, si se quiere, de una crónica de aquel suceso. Creo que se merece un premio, sin duda, pero hubiera sido más justo que le dieran el Nacional de Ensayo, en vez el de Narrativa. Es verdad que Cercas comienza Anatomía de un instante hablando sobre su idea de escribir una novela que transcurriera en aquellos días y que comprobando como la realidad supera, con creces, cualquier ficción se centró en contar lo sucedido. No hay un solo elemento de ficción en Anatomía de un instante, hay algo de suposición, pero nada inventado. Por otra parte, todas las novelas de Cercas, al menos las que yo he leído, parten de la misma premisa inicial, un instante recurrente: quiero escribir una novela, pero no encuentro el modo. Esto sucede en Soldados de Salamina, La velocidad de la luz y en la recién premiada Anatomía de un instante. En las dos primeras, el autor parte de una historia real para elaborar una ficción. En Anatomía de un instante esto no sucede. Por eso me extraña que le hayan concedido el Premio Nacional de Narrativa. Sin embargo, sea o no novela, recomiendo a cualquiera que lea Anatomía de un instante. Merece la pena.
sábado, 30 de octubre de 2010
jueves, 28 de octubre de 2010
OTRO PLANETA PRODIGIOSO
Existe otra versión para el Premio.
Uno está en casa. Probablemente desayunando o haciendo la habitual absorción anal de dos litros de agua y recibes una llamada de teléfono. Vas a ganar Mi Premio, dice Dios. No desparramas el café ni las tostadas, no te inmutas porque tú ya lo has ganado todo, hasta la medallita sueca cuelga reluciente sobre tu abdomen. No tengo tiempo, le respondes a Dios. Sin embargo, el Todo Poderoso, es terco y no se va a dar por vencido fácilmente. Él quiere que ganes su Premio y tú vas a ganar su Premio. No te hace falta tiempo, advierte. No tengo ideas, sigues replicando. No te hacen falta ideas. Yo las tengo todas. Te avisa Dios, que para eso es Dios. Cuando Él quiere que ganes el Premio, tú, simple mortal, por mucho que hayas entrado en el Olimpo de los Nóbeles, lo ganas. Yo te doy el manuscrito, te explica Dios, tú sólo firma y los dos nos hacemos más ricos. Así, a veces, actúa Dios.
Coincidiendo con el fallo del Premio Planeta de este año el juzgado de instrucción número dos de Barcelona ha admitido a trámite una querella por un delito contra la propiedad intelectual cometido por la editorial Planeta. Según parece, la novela La cruz de San Andrés de Camilo José Cela tiene tantas similitudes con la obra Carmen, Carmela, Carmiña de María del Carmen Formoso que todo parece indicar que se trata de un caso de plagio. Ambas novelas se presentaron a la edición del Premio Planeta de 1994, con la diferencia de que en el caso de María del Carmen Formoso la presentó un mes antes que Cela. Sea o no cierto el caso, en cuanto a plagios, prefiero la, supuesta, opción de Houellebecq.
domingo, 17 de octubre de 2010
EL PLANETA DE LOS PRODIGIOS
Uno está en su casa, probablemente tomando el café del desayuno y recibe una sorprendente llamada telefónica: Has ganado seiscientos un mil euros. Es para que se te caiga el café y las tostadas encima. Es para que des un grito de alegría tan potente que paralice el tráfico de la gran ciudad. Toses y te atragantas. Saltas y aúllas radiante. Das volteretas y ríes hasta que la mandíbula se te rompe de felicidad. ¿Cómo que he ganado seiscientos un mil euros? Preguntas incrédulo. Bueno, todavía no. Te explica una voz profunda, una voz que suena a Dios, desde el otro lado del teléfono. Te los daré el año que viene, cuando ganes la próxima convocatoria de Mi Premio con la novela que vas a presentar al Concurso. Se hace un silencio eterno mientras meditas la respuesta. Pero yo no pensaba presentarme a ningún concurso, replicas. No me hace falta. Sabes que acabas de pecar de soberbia. Ya sé que no nos hace falta ni a ti ni a Mí que ganes ningún premio, explica la voz de Dios, pero nunca vienen mal seiscientos un mil euros, ¿verdad? Asientes con la cabeza, la Voz tiene razón. Sin embargo, continúas replicando, no tengo ninguna novela en mente… Pues ya puedes empezar, te contesta Dios. Y en ese mismo momento dejas el café, las tostadas, reconstruyes tu mandíbula y te pones a escribir la novela de los seiscientos un mil euros, Dios te ha dado un año de plazo. Luego, cuando te den el Premio, buscarás una frase ingeniosa, de escritor, que justifique una sorpresa inexistente, algo parecido a: "por las noches soñaba que quedaba finalista del Planeta".
Eduardo Mendoza ha ganado el Premio Planeta. En el caso de Mendoza no se trata de un premio que abale su calidad literaria, ni que de un empujón a sus ventas. Al autor de La ciudad de los prodigios no le hacen falta ni abales ni ventas. Me alegro de que su economía vaya viento en popa y me alegro de poder leer una nueva novela suya dentro de unos días. Con Planeta o sin Planeta, con más o menos miles de euros en su cartera, Eduardo Mendoza es un excelente escritor, uno que sabe contar historias y del que los escribidores, los monos miméticos, tenemos mucho que aprender. En cuanto a Carmen Amoraga, finalista de esta edición del Planeta, desconocida para mí, me quedo con sus prodigiosas dotes proféticas, ella es la soñadora citada unas líneas más arriba. Grandes sueños.
sábado, 9 de octubre de 2010
A ZAVALITA LE HAN DADO UN PREMIO
Zavalita sigue allí, en la Catedral, tomando cervezas y arreglando el mundo. Alguien entra y le dispara la noticia, directamente al ego: te han dado el nobel, viejo. Y Zavalita se sorprende, no por el reconocimiento, sino por la tardanza. Zavalita finge que no se lo esperaba, pero todos en la Catedral saben que lo lleva deseando hace años, lustros, décadas, cien años esperándolo, desde que se lo dieron al bueno de Gabo, viejo compadre, con el que ya no se habla. Ahora Zavalita ya puede entrar en el selecto club, en el club de los laureados, de los triunfadores y no se da cuenta de que era más fácil llegar a mito sin el premio que con el premio, como sucede con otros muchos compatriotas de lengua. Sin embargo, Zavalita no quiere solamente la gloria eterna, quiere la fama y el reconocimiento en vida. Quiere que le llamen don Nobel, cuando salga por la puerta de la Catedral, tras invitar a un último trago a toda la parroquia, para no volver más. Buen viaje a los laureles, Zavalita, aquí nos quedamos Ambrosio y otros muchos, recordándote. Enhorabuena, Vargas Llosa, te mereces todos los premios.
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