El secreto está en el glutamato, en el E-621. Los japoneses lo llaman umami, el quinto sabor, ni dulce, ni salado, ni amargo, ni agrio, otra cosa, más allá: sabroso. Añadido a ciertos alimentos funciona como un potenciador del sabor y hace que comas y comas y comas..., hasta reventar. Funciona como las buenas drogas; siempre quieres más. ¿Otro tirito? Pues claro. Y el señor George R.R. Martin, que de esto de la gastronomía (solo hay que ver la foto) y de telenovelas sabe un huevo, se ha montado un laboratorio clandestino en los sótanos de su casita de madera yankee donde prepara su exitosa receta al más puro estilo coca-cola. Los ingredientes básicos: sexo, violencia, vanidad, sexo y más sexo (sin olvidar el incesto); los ingredientes de toda la vida a la hora de elaborar un buen betseller. Luego, como a él le va el rollo Tolkien (solo hay que mirar la foto para ver que se trata de un Bolson entrado en carnes) lo ha ambientado todo en un mundo de fantasía medieval a punto de sufrir una glaciación. Claro que Martin no es Tolkien, menos mal. El autor de El Señor de los Anillos I, II y III y otros hobbits era un lingüista y los lingüistas, como cualquiera sabe, son unos pelmazos insoportables. Así que George nos ha evitado las disquisiciones antropológicas sobre el estructuralmente intachable lenguaje élfico y las cientos de páginas dedicadas a la descripción de unos maravillosos paisajes más propios de una guía de National Geographic que de una novela para centrarse en lo verdaderamente importante: la violencia, el sexo y… más sexo (sí, incesto también) y algo más de violencia, por si te sabe a poco. Tampoco hay hobbits en la saga de Canción de Hielo y Fuego, aunque si hay un enano, ni orcos, ni trolls ni los jodidamente perfectos elfos (especialmente Liv Tyler). Hay unos lobos gigantescos y una especie de zombies a lo Jack Finney y una trama a lo Peckinpah, donde no hay protagonistas indiscutibles porque sabes, lo adivinas pronto, que todos, tarde o temprano, van a morir. Por lo demás todo bastante normal, ya digo: sexo, violencia y más sexo (¿repito lo del incesto?). Esos son los ingredientes de George R.R. Martin, los de toda la vida. ¿Y por qué funciona tan bien? ¿Por qué los de HBO han decidido hacer una serie? ¿Por qué los libros se agotan incluso antes de llegar a las librerías? ¿Por qué aunque no te guste el género (a mí personalmente no me gusta) te engancha igualito que la merca del Manolo? ¿Por qué aunque veas que la saga va para siete entregas a una media cada una de 800 páginas no te desanimas y dices: dame más, dame más, dame más? Pues por el glutamato, el puñetero E-621, que será cancerígeno, seguro, pero qué rico está.
lunes, 27 de junio de 2011
jueves, 23 de junio de 2011
BOLAÑO EN LA ACADEMIA DE LA HISTORIA
Anda el ambiente muy caldeado últimamente con la Real Academia de la Historia y con su inmenso Diccionario Biográfico. Yo creo que no es para tanto. Quienes se enfadan con dicha institución se olvidan del verdadero propósito y significado de la Academia a pesar de que el nombre de la misma lo evidencia: Real por monárquica, no por realista ni verídica; Academia en cuanto a casa donde los académicos tienen sus juntas (segunda acepción recogida por el DRAE), donde se toman unas copitas y hablan distendidamente de sus cosas y otros cotilleos; de la Historia entendiendo como Historia aquellas historietas que uno se inventa para hacer más amenas las veladas (narración inventada, dice también el DRAE). Teniendo estos parámetros claros no hay motivo para enfadarse con ellos ni con ese costoso (pagado con el dinero de todos) Diccionario Biográfico. No es que hayan tergiversado la Historia ni que hayan omitido datos, simplemente han optado por seguir una tradición literaria que, como cualquier otra, se origina en Homero y que consiste en recrear, más exactamente en inventar. Estoy convencido de que sus fuentes son fidedignas y de que existe un arduo trabajo de documentación detrás de cada entrada del denostado diccionario. Según me ha contado un pajarito uno de los documentos en los que se han basado para su perfil franquista, no como fuente directa, sino transversal, fue la maravillosa obra de Bolaño: La literatura nazi en América, donde los nazis no son tipos deleznables y donde se demuestra que las bases de su ideología tienen más que ver con el bucolismo pastoril que con el fanatismo o la intolerancia. Solo así se entiende la extraordinaria visión idílica (incluso lírica) que de Franco presentan. No se trata, pues, de una obra Histórica, sino historiada; vamos, una ficción, ni más ni menos. Siguen los pasos de Marcel Schowb, de Borges, de Aub y su pintor Jusep Torres Campalans, del propio Bolaño. Lo único que yo les reprocharía es la falta de estilo, de elegancia prosística, la ausencia de una retórica cuidada, el simplismo de la sintaxis utilizada y eso, tratándose como se trata de una obra de ficción, es un pecado imperdonable.
lunes, 20 de junio de 2011
LA SUERTE DE SEMPRÚN
Los más cínicos dirán que tuvo suerte. Nació en una familia de la alta burguesía, emparentada con la nobleza, acostumbrada a ocupar importantes cargos públicos, su abuelo, Antonio Maura, llegó ser primer ministro durante el reinado de Alfonso XIII. Tuvo una educación excelente que sería vital para su supervivencia años más tarde. Se libró de los horrores de la guerra civil española trasladándose con toda su familia a La Haya, donde su padre era embajador de la República. Después París, el romántico París. Apenas es un adolescente cuando colabora con la Résistence. Es detenido por los alemanes y torturado, pero sobrevive, se libra de ser fusilado. A cambio le trasladan al campo de Büchenwald, le ponen el triángulo rojo y le dan el número 44904. Su perfecto dominio de la lengua aria, gracias a aquella excelente educación recibida en su infancia, y unos escasos conocimientos de mecanografía le permiten eludir los trabajos forzosos e inhumanos a los que eran sometidos el resto de presos y, principalmente, los hornos crematorios. Se convierte en una pieza fundamental dentro de la organización comunista del campo y gracias al puesto administrativo al que le han destinado los alemanes consigue librar a muchos compañeros de una muerte más que segura. Algunos le acusaron de ser un kapo, acusaciones que tienen más que ver con su militancia política, con el poder de los comunistas dentro de Büchenwald, que con una posible colaboración directa con los alemanes. Lo importante es que sobrevive al horror nazi. Se traslada a París. Poco a poco va adquiriendo mayor peso en la jerarquía del Partido Comunista Español en el exilio. A mediados de los cincuenta Santiago Carrillo le ordena la misión de reestructurar el Partido en el interior. Son los años de Federico Sánchez. Al comienzo de los sesenta abandona esta actividad clandestina y se centra en la creación literaria y cinematográfica. Volvió a tener suerte. Su sucesor en la clandestinidad, Julián Grimau fue descubierto por la policía franquista y fusilado. Le expulsan del Partido Comunista por desavenencias ideológicas y evita ser víctima de la debacle de una ideología. Más suerte. Felipe González le ofrece el Ministerio de Cultura, cargo que ostenta durante tres años y al que renuncia poco antes de que empiece el declive del gobierno de Felipe González. Tuvo suerte, sí. La suerte de ser actor y no público de buena parte del siglo XX. La suerte del superviviente. La suerte de la víctima condenada a tener memoria, necesitada de contar lo que vio, lo que hizo, lo que sintió, lo que le hicieron, lo que le obligaron a sentir. Y eso es lo que hizo. Contarnos como sucedieron las cosas. Y, para colmo, tuvo la suerte de hacerlo bien.
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