Los más cínicos dirán que tuvo suerte. Nació en una familia de la alta burguesía, emparentada con la nobleza, acostumbrada a ocupar importantes cargos públicos, su abuelo, Antonio Maura, llegó ser primer ministro durante el reinado de Alfonso XIII. Tuvo una educación excelente que sería vital para su supervivencia años más tarde. Se libró de los horrores de la guerra civil española trasladándose con toda su familia a La Haya, donde su padre era embajador de la República. Después París, el romántico París. Apenas es un adolescente cuando colabora con la Résistence. Es detenido por los alemanes y torturado, pero sobrevive, se libra de ser fusilado. A cambio le trasladan al campo de Büchenwald, le ponen el triángulo rojo y le dan el número 44904. Su perfecto dominio de la lengua aria, gracias a aquella excelente educación recibida en su infancia, y unos escasos conocimientos de mecanografía le permiten eludir los trabajos forzosos e inhumanos a los que eran sometidos el resto de presos y, principalmente, los hornos crematorios. Se convierte en una pieza fundamental dentro de la organización comunista del campo y gracias al puesto administrativo al que le han destinado los alemanes consigue librar a muchos compañeros de una muerte más que segura. Algunos le acusaron de ser un kapo, acusaciones que tienen más que ver con su militancia política, con el poder de los comunistas dentro de Büchenwald, que con una posible colaboración directa con los alemanes. Lo importante es que sobrevive al horror nazi. Se traslada a París. Poco a poco va adquiriendo mayor peso en la jerarquía del Partido Comunista Español en el exilio. A mediados de los cincuenta Santiago Carrillo le ordena la misión de reestructurar el Partido en el interior. Son los años de Federico Sánchez. Al comienzo de los sesenta abandona esta actividad clandestina y se centra en la creación literaria y cinematográfica. Volvió a tener suerte. Su sucesor en la clandestinidad, Julián Grimau fue descubierto por la policía franquista y fusilado. Le expulsan del Partido Comunista por desavenencias ideológicas y evita ser víctima de la debacle de una ideología. Más suerte. Felipe González le ofrece el Ministerio de Cultura, cargo que ostenta durante tres años y al que renuncia poco antes de que empiece el declive del gobierno de Felipe González. Tuvo suerte, sí. La suerte de ser actor y no público de buena parte del siglo XX. La suerte del superviviente. La suerte de la víctima condenada a tener memoria, necesitada de contar lo que vio, lo que hizo, lo que sintió, lo que le hicieron, lo que le obligaron a sentir. Y eso es lo que hizo. Contarnos como sucedieron las cosas. Y, para colmo, tuvo la suerte de hacerlo bien.
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