Supongo que la mayoría de los que intentamos escribir conservamos, olvidada en algún cajón físico o mental, una primera novela de infancia. Novelas inspiradas en los libros con los que nos iniciamos en la lectura, novelas que provocan el orgullo y los aplausos familiares, ¡mirad al peque, ha escrito una novela!, novelas que quemaríamos, sin dudarlo, temiendo que alguien en años venideros llegue a descubrirla, nadie escapa a la vanidad de las suposiciones, novelas que indican el punto de inflexión señalando el momento en el que dejamos de ser meros lectores y comenzamos a convertirnos en monos miméticos.
Cuenta Umberto Eco que sus primeras novelas de infancia estaban inspiradas en las aventuras de Emilio Salgari. Dice que eran proyectos en los que nunca superaba las veinte o treinta páginas y que dedicaba más esfuerzo a la cuidadosa elaboración de la portada y de las ilustraciones interiores, intentando ser lo más fiel posible a las ediciones de las novelas de Salgari ilustradas por Amato, que a la historia en sí. La primera novela de la que yo tengo un recuerdo vivo y profundo es también una de Emilio Salgari: En la selva virgen, editada por la editorial Gahe, Madrid, 1975 e ilustrada por Luis Vigil. Mi primer intento de novela, con nueve o diez años, también estuvo inspirado por Emilio Salgari, aunque reconozco que nunca pretendí ilustrarlo. Recuerdo que cambié, trucos miméticos, la costa y selva brasileña que servían de escenario a la novela de Salgari por las orillas del río Misisipi, no quiero recordar nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario