lunes, 26 de octubre de 2009

O CAZAR MARIPOSAS


Nabokov no era Humbert Humbert. Tampoco fue nunca Lolita. Nabokov de no haber sido escritor habría sido entomólogo. Seguramente los insectos, en concreto los lepidópteros, perdieron a un gran estudioso de sus diferencias y costumbres, pero los lectores y los aficionados a la escritura ganamos un gran maestro. Nabokov fue un maestro, no por la calidad de sus novelas, que lo es, sino en el sentido estricto del vocablo. Hasta que Kubrick se fijo en Humbert Humbert, Kubrick fue más Humbert Humbert que Nabokov, el exiliado ruso se ganó la vida por medio mundo dando clases de literatura. Hace años que oigo hablar de una edición en inglés en la que se recogen los apuntes y las notas que utilizó Nabokov para preparar sus clases, unas clases a las que sus alumnos llamaban “literatura sucia”. Hace años que oigo hablar de ese libro con envidia, pensando en el día en el que alguien haga una traducción al castellano y así poder leerla sin recurrir permanentemente al Collins. Hace unas semanas mis plegarias han sido escuchadas y Ediciones B en su colección Z de Bolsillo ha sacado dos de los tres tomos de las clases magistrales del genial cazador de mariposas frustrado. La traducción es de Torres Oliver, lo cual ya es suficiente garantía para que me olvide del Collins. El prólogo es de John Updike, quien además de contar con Conejo como consejero tiene la suerte de que su mujer asistió a algunas de las clases “sucias” de Nabokov. Los títulos en los que se publicarán estas lecciones de Vladimir Nabokov serán: Curso de Literatura Europea, Curso de Literatura Rusa y Curso sobre el Quijote. Yo pienso adquirir los tres tomos para mi destartalada biblioteca. Ustedes si quieren hagan lo mismo. O cacen mariposas, que también es bonito.

sábado, 24 de octubre de 2009

UN HECTÓMETRO Y MEDIO DE POESÍA


En Alicante hace una semana, más o menos, se realizó un acto “cultural” consistente en la elaboración de un poema colectivo de 150 metros. Parece que está iniciativa se lleva realizando desde hace un par de años en Alicante y en otras ciudades del mundo. No voy a ser yo quien niegue el carácter popular de la poesía; los romances, las coplas, los villancicos, incluso las letras de más de una canción (no olvidemos que alguien llegó a proponer a Bob Dylan para el Nobel de Literatura) son ejemplos de que la poesía es, o puede ser, popular. Sin embargo, me cuesta entender el proceso creativo colectivo de un poema, más bien lo entiendo como un proceso íntimo que, después, a través de los más variados medios, se exhibe, se exterioriza. Lo de Alicante me suena, más bien, a un juego de palabras encadenadas con ripios forzados. Lo de Alicante me suena, más bien, a un buen propósito, a una iniciativa de buena fe que poco a poco se irá convirtiendo en una nueva Noche en Blanco. Vamos, que me temo que dentro de unas ediciones el hectómetro y medio de poesía será un reclamo turístico consumista con eslóganes en plan: “ponga usted su verso en la calle”. Vamos, que me temo que dentro de unas ediciones del hectómetro y medio de poesía pasé a convertirse en el record del mundo de poesía en la calle. ¡Vamos a batir el record de gente con camisetas naranjas en veinte metros cuadrados! ¡Vamos a batir el record de versos en las aceras! Y eso, que me perdonen en Alicante, no es poesía, eso es un record Guinness. La poesía en la calle no hace falta organizarla, ya está. Sólo hay que mirar algunas pintadas, algunos grafitis. La cultura me persigue, pero yo soy más rápido. Gran verso.

martes, 20 de octubre de 2009

TERNURA


Me dejaron el libro de Miguel Mena en la calle del Calvario, junto con unas cervezas. Me avisaron: ten cuidado que duele. Lo llevé, precavido, por la calle del Amparo, por la del Oso, también por la del Carnero, atravesé Mira el río Alta y llegué a la calle del Humilladero que está al lado del callejón de los Irlandeses. Subí aproximadamente unos doscientos escalones hasta el tejado en el que vivo, me senté en la taza del váter y no me levanté hasta terminarlo. Lo ley de un tirón y en su lectura atravesé amparos y calvarios, vi osos y supongo que carneros. Leí historias breves, sorprendentes como las que contaría un grupo de irlandeses borrachos, me mojé en algún río, sonreí, lloré, me entristecí, me turbé, me asomé a un tejado y pensé en esas casualidades nada casuales que casualmente se cruzan en la vida de todos y nos entrecruzan a unos con otros. Lo leí todo de un tirón, incluidas las muchas y variadas fotos que tiene. No me dolió, porque las cosas buenas y buenas son siempre las cosas que salen de adentro, por muy oscuro que sea el adentro de cada cual, las cosas buenas, decía, no duelen, enternecen. El autor le llama a su libro Piedad, yo, el lector, le llamaría ternura, porque si algo tiene este libro es ternura, incluso cuando nos habla de la maldita ironía del destino casual; infinita ternura. Gracias, señor Mena, por el breve y profundo paseo por los pequeños detalles, las ínfimas casualidades inapreciables que de una u otra manera lo marcan todo. Y un abrazo sonoro al niño sin voz.

domingo, 18 de octubre de 2009

DOS MUJERES Y UN VASCO


Parece el inicio de un chiste; van dos mujeres y un vasco… También parece la descripción de una escena surrealista; dos mujeres, recalco el número dos, y un vasco… Si ya casi nos resulta imposible conseguir estar con una… No creo que nunca un vasco haya conseguido la fantasía por antonomasia del macho alfa universal; un trío. Si algún vasco lo ha conseguido es porque nos es del todo vasco, desde el punto de vista araniano, claro. Sin embargo, no se trata de nada de eso. Dos mujeres y un vasco han sido premiados, cada cual con un premio diferente, en los últimos días.




La primera mujer se llama Herta Müller y le han dado el premio de la dinamita. Ella dice que es rumana y los rumanos dicen que es rumana, Ceausescu decía que era rumana si colaboraba con su régimen y ella no quiso. Ella dice que es rumana, pero su nombre suena a alemán por los cuatro costados, escribe en alemán y vive en Alemania. ¿Un escritor es de donde nace o es de donde es la lengua que utiliza para expresarse? No lo tengo nada claro. No he leído nada de Herta Müller, pero pienso hacerlo. No es que el nobel sea una garantía de nada, sin embargo el rostro a lo Cruella de Vil que tiene la germano-rumana me llama la atención. Siempre me cayó simpática Cruella.




La segunda mujer se llama Ángeles Caso y le han dado el premio planetario del que ya fue finalista hace unos años. Sí he leído algo de ella (El peso de las sombras), aunque no todo. Supongo que no leeré este último título de ella, me da pereza, me da pavor, me da… Ya va a tener lectores suficientes, así que no creo que eche en falta ni mi lectura ni la compra por mi parte de su libro. Por cierto, el protagonismo se lo robó Gimferrer en el festejo del premio, el premio como tal se decide meses antes, cuando le encargan al autor de turno que presente un manuscrito. ¿Qué le pasó exactamente a Gimferrer? ¿Se mordió la lengua para no montar el follón que montó hace unos años Juan Marsé y cayó víctima de su propio veneno?




El vasco es de mi quinta y bien podría ser un colega de la cuadrilla de toda la vida. No lo conozco, no lo he leído, pero sin duda lo haré. Bilbao-New York-Bilbao… Estos de Bilbao ya han ampliado el metro (llamado kilometro) hasta Manhattan, así son ellos. En un artículo del País del jueves 15 de este mes se recordaba que antes de Kirmen Uribe han ganado el premio Nacional de Narrativa con una novela escrita en euskera el maestro Atxaga y Unai Elorriaga. Los precedentes son excelentes. Si Uribe se acerca a estos dos autores merecerá la pena leer su libro.




Con premios o sin premios, sea cual sea la elección que tomemos, el libro que decidamos abrir y leer, como dice la viñeta de Forges, siempre nos puede salvar de la permanente estupidez.

viernes, 9 de octubre de 2009

EL DECÁLOGO DE MONTERROSO (II)


Séptimo. No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

Octavo. Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.

Noveno. Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.

Décimo. Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.

Undécimo. No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.

Duodécimo. Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.

El autor da la opción al escritor, de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.

Estos son los doce consejos del decálogo de Monterroso. Una breve muestra de la agudeza de este amigo de los dinosaurios, siempre irónico y con un sutil humor negro. Un dato, su primer libro se tituló: Obras completas (y otros cuentos). El título ya apuntaba lo que se avecinaba. Para el próximo concurso intentaré tener más presente este decálogo de Monterroso.

jueves, 8 de octubre de 2009

EL DECÁLOGO DE MONTERROSO (I)


Hace unos días intenté escribir un microrelato para un microconcurso. Evidentemente uno se presenta a estos actos por mera necesidad monetaria, un acto más de prostitución. No buscaba el reconocimiento de mis escritos, ni gloria, ni fama. Buscaba un cliente poco exigente, que se conformara con un francés rápido en una de las esquinas de las Ramblas o de la calle Montera. Vamos que buscaba unos euros a cambio de algo sencillo. Sin embargo, me puse a escribir y no pude evitar la necesidad de hacerlo bien, de ser, al menos, honesto conmigo mismo. Me quedó un relatito curioso, pero excesivamente grande para las medidas requeridas. Pedían 200 palabras, creo y yo superé las 350. No pude enviarlo. Me sentí como una prostituta sin cliente, ultrajado y decepcionado conmigo mismo. Entonces me acordé de Augusto Monterroso, autor del más famoso y breve cuento de la literatura hispánica. Ese cuento que dice: Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí. Y recordé un decálogo de doce puntos que el autor hondureño dejó para nosotros, los simios con necesidades literarias, los monos miméticos.


Primero.Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

Segundo.No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.

Tercero. En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: "En literatura no hay nada escrito".

Cuarto. Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamas escribas nada con cincuenta palabras.

Quinto. Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.


Sexto. Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.

martes, 6 de octubre de 2009

UNA BUENA PORTADA


Una buena portada, a nivel de marketing, puede ser la mitad del éxito de un libro. Cuando ojeamos las mesas de novedades, acostumbramos a fijarnos en tres aspectos; el autor, el título y la portada. La portada es como la belleza exterior, nos atrae, nos reclama, nos llama y picamos. Si conocemos al autor o sabemos de él por referencias nos importa bien poco la portada. Sin embargo, cuando buscas algo distinto, cuando decides explorar en la selva de las novedades, las portadas son fundamentales. Leí el anterior libro de Sam Savage por que la portada me guiñó un ojo. En serio, la ratita desaliñada que ocupaba la primera plana de Firmin me sacó la lengua. Y yo soy un lector fácil. Después di la vuelta al libro y leí la breve sinopsis. Una rata de biblioteca, una desamparada y bohemia rata de biblioteca. Vamos que las asociaciones entraron en juego rápidamente. Estaba perdido. Supe, de aquel primer contacto visual, que caería en sus párrafos. No opuse resistencia, lo reconozco, repito que soy un lector fácil. Los flechazos basados en estos parámetros meramente estéticos suelen acarrear decepciones y así me ocurrió con la ratita lectora de Savage. No digo que sea una mala novela, es una novela amena. Como un amante que promete mucho para luego quedarse dormido en tu cama… Ronca y resulta entrañable, pero no es lo que esperabas. Recuerdo también de ese libro la fotografía de Sam Savage, con su aspecto de abuelo rebelde, desaliñado, ajeno al mundo editorial, un outsider que se había mantenido fiel a sí mismo. Encantador, el abuelito soñado por cualquier rebelde sin causa. Seix Barral ha publicado recientemente El lamento del perezoso, la última novela de Savage. La portada es igual de magnética que la de Firmin, el mismo tipo de dibujo y con un perezoso, animal que existe en verdad y con el que yo comparto un buen número de genes, como reclamo eroticolector. No voy a picar, lo siento, no. Esta vez seré fuerte, me niego a caer en sus trampas seductoras. La sinopsis también es picarona y sabe usar sus trucos de mujer fatal, pero no, no caeré en sus redes. Esta vez no. Además he leído por algún sitio que Sam Savage se ha cortado sus melenas blancas y rebeldes y reducido la extensión de sus luengas barbas a las de un simple marinero de tierra firme. Esta vez cerraré los ojos para evitar tentaciones.