Se ha muerto Matusalén. Se ha ido. Ya no escribirá más, aunque hacía años que él mismo decía que ya había escrito todo lo que tenía que escribir. Se ha ido, pero se queda en sus libros, en sus numerosos libros. Seguirá con nosotros no sé si para siempre, pero si por un buen rato, aunque él mismo dijera que no hay derecho a vivir tanto. Era de Granada, que ya de por sí imprime carácter. Era de todo el mundo, con su casa, que eran sus neuronas, a cuestas por el periplo del exiliado que le llevó de Argentina a Puerto Rico, de Puerto Rico a New York y, por fin, de vuelta a España. Fue republicano y perdió la guerra, pero, como Unamuno, ganó la razón. Nunca hizo martirio de su exilio, como otros muchos, al contrario, siempre admiró a los que se tuvieron que quedar. Escribió relatos y novelas, escribió ensayos, fue profesor universitario, periodista, crítico literario, traductor, padre, amante, marido, hombre. Fue un hombre libre y nos quiso enseñar a los demás a intentarlo. Se ha muerto a los ciento tres años de edad y dicen los que le visitaban que nunca perdió la costumbre de tomarse un buen whisky a media tarde. Se ha muerto un maestro del relato español del que los simios con afanes de escribidores tenemos mucho que aprender. Leamos todos La cabeza del cordero de Francisco Ayala. No le hagan homenajes, que ya tuvo todos, simplemente léanle.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario