sábado, 31 de diciembre de 2011

ÉLMER MENDOZA, ÁCIDO


Para terminar el año, recomendar la lectura de una buena novela negra, con detectives y delincuentes,  con cadáveres sin pezones, con políticos, con el FBI, con narcos y con un país, México, donde nada es lo que parece y donde todo se sabe aunque nadie diga lo que sabe. El trasfondo, el escenario, es similar al que describe Don WiInslow en El poder del perro, incluso hay algún que otro boxeador, sin embargo, Élmer Mendoza sabe de lo que habla, conoce la geografía humana con la que crea sus personajes y no nos cuenta una superproducción hollywoodiense en sus páginas, muy al contrario, Mendoza cuenta una historia mexicana, una más. El título de esta estupenda novela: La prueba del ácido (Tusquets). Para los que leyeron Balas de plata advertirles que reaparece Edgar “El Zurdo” Mendieta, alter ego del autor, más ácido y corrosivo que nunca, sarcástico como siempre. Para quienes no han leído nunca a Mendoza invitarles a que se atrevan con esta novela, que le echen huevos y, si acaso, entre página y página, se acompañen con un traguito de tequila mientras dejan sonar de fondo, épicos y melancólicos, un disco de Los Tigres del Norte.

jueves, 15 de diciembre de 2011

PAUL PEN AVISA


Se publicó hace unos meses, en los silencios del verano. Luisgé Martín en su blog El infierno son los otros le dedicó una entrada llena de piropos y yo, por aquello de hacer caso a los mayores, decidí comprobar si era verdad lo que comentaban de la novela El aviso, de Paul Pen. No diré que engancha desde la primera página, más bien te vas dejando llevar. Vas pasando páginas sin esfuerzo y sin saber muy bien por dónde va el autor, pero cuando te quieres dar cuenta ya llevas más de la mitad del libro y ya no hay marcha atrás, tienes que continuar, hasta el final. Y sorprenderte. Porque el libro sorprende, sin aspavientos, sin trampas, sin trucos. Simplemente sorprende. Es entonces, al pasar la última página, cuando te das cuenta de que el libro te ha enganchado, así, sin avisar, por mucho que el título  prevenga. Y es entonces, también, cuando decides que nunca en tu vida irás a vivir a ninguna de las muchas urbanizaciones-pueblo que rodean Madrid, cuanto más cerca del centro mejor, en medio de todo el bullicio, lejos de esa tranquilidad escalofriante.
 
Por cierto, menos mal que aunque el autor confiesa su admiración por Stephen King la influencia, si la hay, pasa completamente desapercibida.

jueves, 1 de diciembre de 2011

EL YOKNAPATAWPHA DE RAMIRO PINILLA


En la última entrada olvidé mencionar el libro Los cuentos (Tusquets), una recopilación de los relatos de Ramiro Pinilla editada antes del verano. Los personajes e historias que aparecen en estas páginas son una estupenda introducción al universo (pequeño, pero universo al fin y al cabo) de Pinilla para quienes no han tenido el placer de disfrutar de sus novelas y para aquellos que ya conocemos a los Baskardo un reencuentro grato. El mismo autor asegura que muchos de estos cuentos funcionaron en su momento como embriones de alguna de sus novelas, bocetos que no por ser breves (y no tan breves) pierden intensidad. En realidad, si uno lee toda la obra de Ramiro Pinilla descubre que hay un hilo conductor, un nexo común que convierte a cada título en la pieza de un solo puzle. Algunos dirán que ese elemento aglutinador es el paisaje, la geografía, el clima, Getxo, la costa vasca, sin embargo, va más allá, mucho más allá del escenario. Al igual que sucedía con Faulkner y su Yoknapatawpha County el Getxo que narra Pinilla es mucho más que un punto en el mapa. Vale, puede ser que Ramiro Pinilla no sea Faulkner, la txapela con la que cubre su cabeza no tiene la elegancia dandy de la que siempre hacía gala el escritor de Mississippi, pero que conste que si don Ramiro no es Faulkner es porque no le da la gana, que para eso es de Bilbao, coño.

lunes, 21 de noviembre de 2011

EL CUENTO SE ENSANCHA


Erase una vez un país en el que a pesar de la abundancia de cuentistas el cuento no existía, o no se publicaba, o no se leía, o se menospreciaba. Un país que siempre ha considerado al cuento como un género menor y a su creación como un acto enmascarado de pereza o de cobardía o de inmadurez. Vamos, un país que haciendo oídos sordos a sus propios refranes y proverbios (si breve dos veces bueno) prefería los mamotretos interminables y agotadores a las concisas pinceladas literarias. Un país que había olvidado su propia tradición literaria de lo breve, remontémonos al Conde Lucanor, y en el que se aseguraba, desde el marketing editorial, que no había lectores para tan minúsculo género, que aquello, esas cositas, podían funcionar en otras latitudes, pero no en la vetusta España. Sin embargo, en esto de la literatura, como en el resto de las cosas, todo es cíclico y lo que hoy obtiene el favor de los lectores, me refiero al favor monetario, a las ventas, mañana cae en el ostracismo más injusto, y al contrario, lo que ahora es invisible, marginal, puede convertirse en poco tiempo en el top ten de ventas. Esto es lo que está sucediendo últimamente con el cuento en España. Tras la labor, casi diría la fe, el empeño, de algunas editoriales que llevan años apostando por el cuento (Páginas de espuma) y luchando por hacerse un hueco en el mercado editorial, las grandes, enormes, editoriales hacen sus cuentas, calculan sus porcentajes y comienzan a ver la posibilidad  que puede tener dicho género, su rentabilidad. Habrá quien considere este hecho otra muestra más de la miseria y sordidez de eso que últimamente llamamos los mercados, un ejemplo más del eslogan capitalista: vales tanto como puedas vender. Habrá otros a los que nos importará una mierda lo que venda o no venda y simplemente nos gustará la literatura de calidad, breve o extensa, larga o corta. En cualquier caso, es de agradecer que las grandes, enormes, editoriales,  siempre voraces, hagan su apuesta por el cuento y en las últimas semanas podamos disfrutar de algunos títulos como: Las fuentes del Nilo (Alfaguara), de Gonzalo Suárez, Nada del otro mundo (Seix Barral), de Antonio Muñoz Molina o Lo más extraño (Alfaguara) de Manuel Rivas.

viernes, 9 de septiembre de 2011

A LEHANE QUE ME LO CUENTE EASTWOOD


Doscientas páginas de estampas de beisbol, como si de un catálogo de cromos coleccionables se tratara. Otras doscientas páginas para explicar las diferencias entre anarquistas, bolcheviques y socialistas como quien se lo explica a un niño de primaria, utilizando tópicos de chistes de Arévalo (los bolcheviques gritan mucho y se emborrachan, no hacen otra cosa, pero los anarquistas ponen bombas, qué malos que son). Ya hemos reducido el libro a la mitad, es decir: nos quedan todavía cuatrocientas páginas. Cuatro centenares de hojas en las que podemos encontrar chorradas como que a los italianos les gusta la ópera porque en su tierra natal los trovadores recorren las plazas de los pueblos cantando romances y tonadas, eso a principios del siglo XX, olvidando que Italia es la cuna de la ópera y que los trovadores y juglares dejaron de existir varios siglos antes. Un gran libro, sin duda, al menos por su tamaño. Yo tenía grandes esperanzas puestas en Lehane, las referencias eran inmejorables, sin embargo, tras la experiencia, no puedo más que seguir el consejo que el propio autor da en el título de la novela y dejarlo para Cualquier otro día. Sí, será lo mejor. Lo dejaré para cuando hagan la película, porque creo que Lehane gana mucho cuando lo cuentan Eastwood o Scorsese.