sábado, 23 de mayo de 2009

EL EXITO ANTES DE EMPEZAR


Hace unos días vi en Telemadrid la entrevista a un niño, creo recodar que tenía nueve o diez años, que acababa de escribir una novela, una historia fantástica de dragones. Hasta ahí nada anormal. El género fantástico y el de aventuras son los géneros literarios que desde siempre han cautivado a los más pequeños. Hoy en día triunfa Tolkien o Rowling, las lecturas de mi infancia fueron Salgari o Verne, no es cuestión de entrar en valoraciones literarias. Lo importante de estas primeras lecturas es la capacidad que tienen para despertar en el niño el espíritu creativo. Todos aquellos que sufrimos y disfrutamos del vicio del escribidor hemos sentido en algún momento de nuestra infancia, tras una lectura apasionada, la necesidad de crear y contar nuestras propias historias. Lo que me llamó la atención de esa entrevista emitida en el canal de Esperanza Aguirre fue que una editorial se decidiera a publicar esa primera novela o cuento del niño en cuestión y pretendiera darle un carácter excepcional además de la consiguiente promoción comercial. No tengo nada en contra de las técnicas mercantiles, no se trata de eso. Mi duda, mi lamento, es la manipulación que del pequeño estaban haciendo. Le han hecho sentirse especial y eso está bien, pero al mismo tiempo han creado en el niño unas expectativas que quizá no lleguen a cumplirse. Me alegro de que ese niño sea ya consciente a tan temprana edad del vicio del escribidor, sin embargo creo que alguien le debería de prevenir de la dificultad que lleva consigo dicha pasión. Dos dificultades; la de conseguir contar lo que se quiere contar de una manera honesta con uno mismo y la dificultad de lograr que a alguien le interese lo que tienes que contar, conseguir editor y público. En la entrevista se veía a un niño que ya se sentía escritor, sólo espero que dentro de unos años no se sienta absolutamente frustrado intentando lograr algo que un día le dejaron rozar con los dedos.

miércoles, 20 de mayo de 2009

UMBERTO ECO


Umberto Eco recibió ayer la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes, en Madrid. Sin duda se merece todos los reconocimientos que le den. Las novelas y ensayos que he leído de él me parecen, en todos los casos, excepcionales, aunque reconozco que con algunos de sus ensayos, especialmente los dedicados a la semiótica, no alcanzo a comprender todo lo que expone este escritor turinés con pinta de tenor.
En relación a esto del mono mimético leí un texto suyo durante la presentación del libro; Sexo, colores y cianuro (EDAF y ACE, 2007), un texto que habla con claridad e ironía sobre el proceso creativo. El texto dice lo siguiente:


Ante todo es necesario un ordenador, obviamente, que es un máquina inteligente que piensa por ti, y para muchos sería una ventaja. Basta un programa de pocas líneas, lo sabe hacer hasta un niño. Luego se le introduce al ordenador el contenido de algunos centenares de novelas, obras científicas, la Biblia, el Corán y muchos listines telefónicos (utilísimos para los nombres de los personajes). Digamos unas ciento veinte mil páginas. Después, con otro programa, se mezclan todos estos textos al azar, con algún que otro ajuste, por ejemplo, eliminando todas las aes. Así, además de una novela tenemos un lipograma. Entonces se le da al print y se imprime. Al haber eliminado las aes salen algo menos de ciento veinte mil páginas. Después de haberlas leído atentamente, más de una vez, subrayando los pasajes más significativos, se cargan en un tráiler y se llevan a una incineradora. A continuación, nos sentamos bajo un árbol, con un carboncillo y papel de dibujo, y, dejando que la mente vague, se escriben dos líneas, por ejemplo: “La luna está alta en el cielo/ el bosque susurra”. Quizá no sale una novela enseguida, sino un haikú japonés, pero lo importante es empezar.”
ECO, Umberto. Sobre literatura. Random House Mondadori, Barcelona, 2005.

martes, 19 de mayo de 2009

MARIO BENEDETTI


Compañera,
usted sabe
que puede contar conmigo,
no hasta dos ni hasta diez
sino contar conmigo.

Si algunas veces
advierte
que la miro a los ojos,
y una veta de amor
reconoce en los míos,
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro;
a pesar de la veta,
o tal vez porque existe,
usted puede contar
conmigo.

Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo,
no piense que es flojera
igual puede contar conmigo.

Pero hagamos un trato:
yo quisiera contar con usted,
es tan lindo
saber que usted existe,
uno se siente vivo;
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos,
aunque sea hasta cinco.

No ya para que acuda
presurosa en mi auxilio,
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

jueves, 14 de mayo de 2009

CONSEJOS DE ROBERTO BOLAÑO




Roberto Bolaño escribió:
Como ya tengo cuarentaicuatro años, voy a dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos. 1) Nunca aborde los cuentos de uno en uno. Si uno aborda los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte. 2) Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si se ve con energía suficiente, escríbalos de nueve en nueve o de quince en quince. 3) Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, y además lleva en su interior el juego más bien pegajoso de los espejos amantes: una doble imagen que produce melancolía. 4) Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo y hay que leer a Monterroso. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral. 5) Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura. 6) Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así. 7) Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval! 8) Lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Shwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges. 9) La verdad de la verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra. 10) Piensen en el punto número nueve. Piensen y reflexionen. Aún están a tiempo. Uno debe de pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas. 11) Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, el Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas, y Mientras ellas duermen, de Javier Marías. 12) Lean estos libros y lean también a Chejov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.
Este texto es el prólogo al libro Cuentos, de Roberto Bolaño, editado por Círculo de Lectores (2008), bajo licencia de la editorial Anagrama.

domingo, 10 de mayo de 2009

CON EDGAR ALLAN POE TODOS TENDRÍAMOS DE SOBRA



No podía faltar en la selección de cuentistas que hace Bloom el nombre de Edgar Allan Poe. Este año, por aquello de los aniversarios, oportunamente utilizados comercialmente, todo el mundo habla y hablará de Poe y las editoriales se volverán locas reeditando las obras del autor bostoniano. Así lo han hecho Edhasa, Alianza o Páginas de espuma. Recurren a la traducción de Julio Cortázar, no creo que únicamente por el reclamo comercial de juntar a dos grandes de la literatura, sino por el indudable valor del trabajo realizado por Cortázar. Personalmente no he leído los cuentos de Poe en la versión del escritor argentino, los leí en alguna otra versión, no especialmente cuidada. Sí he leído las notas y comentarios que realizó Julio Cortázar sobre Poe (Obras completas, Alfaguara) y disfruté, como si de un auténtico relato se tratara, la biografía que hace del autor de El cuervo. Se escapa a mis propósitos las posibles similitudes e influencias entre uno y otro autor, de lo que estoy convencido es que a Cortázar le fascinaba Poe y eso está presente en sus traducciones y sus comentarios críticos.
Para Harold Bloom no es Poe el cuentista más destacado, quizás se decante más por Henry James, aunque no deja ensalzar el personal estilo de Poe. Por cierto, en Cuentos y cuentistas, Bloom también incluye en su top39 de cuentistas a Julio Cortázar, por algo será. De Edgard Allan Poe dice Bloom: “Si Emerson no te gusta, con probabilidad te gustará Poe. Emerson fue el padre del pragmatismo; Poe no fue el padre de nada en absoluto, que es lo que él quería.” Personalmente, con toda probabilidad, me gusta Poe, sin desmerecer a Emerson del que creo que no he leído nada. Hago mías las palabras de Roberto Bolaño: “La verdad de la verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.”

lunes, 4 de mayo de 2009

CUENTOS Y CUENTISTAS


A Harold Bloom le gustan los cánones, de eso no hay duda, su imprescindible libro El canon occidental lo demuestra. A mí no me gustan los cánones, sin embargo me entusiasman los libros de crítica literaria de mister Bloom. Puede que no esté de acuerdo con muchas de sus apreciaciones, puede que otras muchas se escapen a lo que yo soy capaz de entender, pero reconozco que sus libros me sirven como punto de referencia y acicate para la lectura de autores que desconocía o que temía. Sí, hay autores o libros a los que se teme. Los coges entre tus manos, los miras, los abres y…, algo te impide hurgar entre sus párrafos. Miedo, pereza, sentir que no es el momento, cualquier excusa es buena. A mí me sucede con libros como Ulises, de Joyce o En busca del tiempo perdido, de Proust. Los libros como los de mister Bloom me ayudan a vencer mis particulares miedos de lector. Hace unas semanas Páginas de espuma publicó Cuentos y cuentistas donde Harold Bloom hace un repaso a su particular Olimpo del cuento. Treinta y nueve autores desmenuzados y analizados. Treinta y nueve grandes de la literatura que confirman, una vez más, que el cuento, como género, sólo es pequeño en extensión.