miércoles, 25 de noviembre de 2009

MÁS AUSTER


Paul Auster tiene cara de cansado, tiene esa mirada de quien se siente sobrepasado por las circunstancias propias y ajenas. No me extraña. Escribe por lo menos un libro al año, más guiones cinematográficos o la dirección de sus propias películas, más algunas incursiones en el teatro, más diversos ensayos, más varias colaboraciones periodísticas, más entrevistas y promociones, más su propia vida, la vida cuando no es escritor. Creo que Paul Auster tiene un exceso de trabajo, de necesidad (no sé si comercial) de darnos a los lectores algo nuevo cada pocos meses. El próximo día uno de diciembre Anagrama llevará a las librerías la última novela; Invisible. La novela cuenta la historia de un joven poeta al que la curiosidad vital le llevará por tortuosos caminos donde encontrará ilusiones, peligros y, supongo, que decepciones. Me suena. Desde hace años todo lo de Auster me suena a ya leído. Escribe sobre el hecho de escribir, sobre el escritor (casi siempre adivinamos que es él mismo) que escribe o que quiere escribir o que no sabe que escribir, sobre la vida que se cruza en el camino y produce la necesidad de contarla, sobre la ausencia de tener algo que escribir. Escribe lo que se escribe cuando no se sabe que escribir y claro, se cansa, y tiene esa cara de desesperado, de escritor con miedo a la página en blanco… Quizá debería de darse un descanso, no sé, de tres o cuatro años, quizá debería de vivir una vida menos de escritor, más íntima, ajena al mundo editorial, ajena a los compromisos comerciales, quizá eso le cambié el gesto cansado y hastiado y pasado un tiempo, nos sorprenda nuevamente. No digo que no me guste Paul Auster. Me encanta Paul Auster. Disfruté con Leviatan, disfruté mucho. Y le sigo leyendo, leo cada cosa que publica, le leo siempre; en el metro.

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