lunes, 11 de enero de 2010

JODOROWSKY Y LA MARIPOSA


Si alguien ha concebido la poesía como un acto, además de Marinetti, ese es Alejandro Jodorowsky. El chileno-mexicano-parisino cuenta con su verborrea inagotable sus primeras experiencias poéticas en Chile cuando era un adolescente y comenzaba a crear su particular mundo creativo y su excepcional personaje; la del lama tibetano bañado en una gran tina de sorna latina. Jodorowsky cuenta que uno de sus primeros actos poéticos fue cruzar la ciudad de Santiago de Chile, junto a un amigo también poeta, en línea recta, pasando por encima de coches aparcados, trepando por los árboles, pidiendo permiso al dueño de una casa para poder atravesarla entrando por la puerta y saliendo por la ventana. Así entendía Jodorowsky la poesía cuando era un inocente muchacho chileno. Luego llegó el teatro pánico y el cine y los comics y el tarot. Luego conoció a Pachita y a los chamanes, luego se fue transformando en ese sabio loco que te suelta las verdades más profundas, más dolorosas, como quien te comenta lo bien que te queda la camisa que llevas puesta. En su libro Psicomagia (Siruela) pone un ejemplo de lo que él entiende por poesía, más allá del acto. Habla de un niño japonés que le entrega al maestro un haiku que dice lo siguiente:
Una mariposa
Le quito las alas
¡Y se vuelve pimiento!

El maestro le indica que eso no es poesía y pide al niño que le permita corregir el poema. El resultado es:
Un pimiento
Le pongo unas alas
¡Y se vuelve mariposa!

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