lunes, 15 de noviembre de 2010

EL TAXI DE VILA-MATAS


El Ave a Málaga tarda menos de tres horas y aunque se agradece tanta rapidez no deja de echarse de menos aquellos viajes interminables en tren en los que te daba tiempo a leer  gruesas novelas, tipo Guerra y Paz, antes de llegar a tu destino. Teniendo presente estas velocidades meteóricas decidí meter en la mochila una novela corta, apenas un relato, que fuera capaz de terminar durante el viaje. Se trata de la última publicación de Vila-Matas: Perder Teorías. Leer a doscientos sesenta y cinco quilómetros por hora no aporta nada a la lectura, no hace mejor ni peor el libro, simplemente tienes que leer veloz si te has propuesto, como es mi caso, terminar el libro antes de llegar a la estación de María Zambrano. A Vila-Matas siempre le suceden cosas asombrosas en los taxis: pierde teorías, encuentra personajes, descubre que el taxista ha llevado unas horas antes a otro Enrique Vila-Matas, también escritor,  al mismo destino al que él se dirige o  se encuentra un alter ego con retranca a los mandos del vehículo. La relación de Vila-Matas con los taxistas tiene mucho de borgiana y esconde un profundo secreto: él siempre quiso ser taxista. Yo, que no suelo tomar taxis, cogí uno por ver si me sucedían esas cosas tan extraordinarias que le suceden al bueno de Enrique. Y suceden. Mi taxista tenía todas las teorías, las de las novelas y las de la vida en general. Era lector asiduo de Barthes y admirador de Julien Gracq y se pavoneaba de haber llevado una vez en el asiento trasero a Magris, abrigo incluido. Era un sabiondo mi taxista, lo único que no sabía era como llevarme a mi destino. ¿No conoce las calles de su ciudad? Le pregunté asombrado. La verdad es que soy de Lyon, me aclaró, es la primera vez que llevo un taxi en Málaga. Aquello era increíble, de todos los taxistas que había en Málaga me tiene que tocar uno de Lyon. Me acordé de Vila-Matas, de su peculiar relación con los taxis. No se preocupe, dije, demos vueltas hasta que aparezca la calle. Él respondió con absoluta seriedad que nunca se preocupaba por nada, salvo por el futuro de la novela. Un futuro muy negro, dijo. Fue entonces cuando me di cuenta, cuando pronunció esas palabras: ese taxista de Lyon, hoy en Málaga, era el mismo taxista que aparece en muchas de las novelas de Vila-Matas. El mundo es un pañuelo, me dije. Por cierto, le pregunté, no habrá encontrado usted últimamente alguna teoría, ¿verdad? Conozco a un tipo que va perdiendo las suyas en los taxis.

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