miércoles, 23 de marzo de 2011

EL PORCHE ROSA DE SYJUCO


Es un niño pijo, se le ve en la foto. Hijo contestatario de una de influyente familia filipina que un día decidió no seguir los pasos de papi, el congresista Augusto Syjuco, y se fue a estudiar un máster en la Universidad de Columbia. Ahora vive en Canadá y desde allí ha escrito su novela Ilustrado (Tusquets). Me imagino que la redacción de la novela le ha servido como terapia para superar los conflictos con su progenitor (dice que lleva años sin hablar con él), pero además es que escribe bien. Escribe muy bien. Creo que es el primer autor al que yo leo capaz de plasmar con soltura la fluidez  y frescura de una conversación de chat en un medio tan sólido y, a veces, tan rígido como es una novela. Tampoco cuenta historias ñoñas ni tramas imposibles sacadas de la biblia del buen bet-seller, algo habitual en los “niños bien” que un día deciden dedicarse a escribir novelitas. Su novela es una mezcla de metaliteratura, denuncia de la situación político-social filipina, desarraigo cultural y alguna que otra pincelada tópica sobre sus paisanos. Y está bien escrita. Muy bien escrita. Hasta que uno llega a la página 108 (en la edición del Círculo de Lectores) y se encuentra con una escena que destroza todo lo anterior. El bueno de Miguel relata, en una más de las frecuentes intercalaciones de la novela y que conforman el dinamismo de la historia, la anécdota de un emigrante filipino que mientras espera conseguir un puesto como informático en los Estados Unidos se ve obligado a realizar trabajos basura. Erning, que así se llama el tagalo, es contratado para pintar el porche de un presuntuoso yanqui. Lo tiene que pintar en un día y, para añadirle mayor hilaridad al relato, el color elegido por el cowboy para su porche es el rosa. Erning, sin demasiado esfuerzo, termina el trabajo en dos horas. El norteamericano asombrado por el trabajo del filipino, aunque lo confunde con un mexicano, le da una propina por la rapidez. Antes de irse, Erning, le indica al yanqui que el coche que tiene no es un Porsche, sino un Ferrari. Fin de la anécdota. Tuve que cerrar el libro. ¿Por qué, queridísmo Syjuco, has tenido que colocar un chiste tan viejo y tan malo en tu libro? Y de color rosa… Con lo bien que iba…

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