viernes, 9 de noviembre de 2012

TRAPIELLO, NO MÁS



Andrés Trapiello además de tipógrafo, un excepcional tipógrafo, además de cronista de sus cosas con un diario que ya va por el volumen dieciocho, El salón de pasos perdidos, además de ensayista, además de columnista, además de editor, además de… ¿se pude ser más cosas?, sí, además de poeta, además de bloguero, hemeroflexia-blog, además de padre, además de lector, además de ser humano, además de todo y más, es novelista. Sí, sí, es cierto. ¿Pensaban que solo escribía sus diarios? Pues no, aunque con eso ya tendría suficiente (incluso algunos lectores tendrían suficiente, que no es mi caso), porque Trapiello saca tiempo y palabras para escribir más, mucho más, siempre más, ¿hace algo más que escribir?, no creo, algunos dicen que sí, pero nadie ha podido confirmarlo por el momento, así que, como sufre del miedo a la hoja en blanco, horror vacui, cada vez que encuentra un papel, una superficie sobre la que escribir, no puede evitar rellenarla, el tic nervioso del artista del verbo, vuelca el saco del palabrero sobre esas impúdicas hojas desnudas  y, así, por obsesión compulsiva, nos regala alguna que otra novela. Recuerdo con gusto, con retrogusto que diría un sumiller, Los amigos del crimen perfecto, incluso o a pesar de que le dieran el Nadal y parece ser que un premio  chino allá en China. Recuerdo, vagamente, pero con el mismo gusto El buque fantasma, descubierto porque me llamó la atención su portada (estaba yo en plena postadolescencia y aun miraba yo las portadas y contraportadas antes de lanzarme a una lectura). Luego escribió la incestuosa Los confines, que leí con el morbo del vicioso pecador y ahora nos sorprende con Ayer, no más (Destino).

Me sorprende, aunque la sorpresa pueda ser algo fingida, porque pensaba que tras la monumental y extraordinaria Las armas y las letras (1994 y 2010 revisitated) Trapiello ya se había cansado de aquello de la Guerra Civil. Supongo que los cansados son otros (que no yo), esos a los que molesta la memoria, amantes del amnesia, aquellos que prefieren mirar de soslayo y decir todo fue hace mucho, mientras los cadáveres siguen dando flores en las cunetas. Realmente Ayer, no más no va de la Guerra Civil, sino de cómo aquellos sucesos se filtran irremediablemente en las familias y desde el subsuelo genealógico emanan, cual acuíferos pretéritos, empapan, riegan y siguen formando parte de todos nosotros, pues todos somos descendientes de lo que pasó (y de lo que no pasó). Leer sobre la Guerra Civil, la directa y la indirecta (la que fue y la que sigue siendo), siempre es un ejercicio de terapia, mirar para otro lado y pensar que eso no va con uno es usar la táctica del avestruz, por eso aconsejo leer Ayer, no más, porque nos habla de cosas que aun están, que todavía no han pasado, cosas de hoy, no más.

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