jueves, 25 de febrero de 2010

DOS MANZANAS ASADAS

Unai Elorriaga escribe a su manera. Escribe en euskera, aunque eso no influye en su manera de escribir, en su lenguaje sinestésico, en su prosa lírica ni en sus neurosis gramaticales. Hay quien le considera empalagoso o absurdo o, mayoritariamente, raro. A mí me gusta. Desde que leí Un tranvía en SP me gusta. Alfaguara acaba de publicar, traducida, su cuarta novela; Londres es de cartón. En esta novela Elorriaga habla de las dictaduras, de la clandestinidad, de la represión, de las torturas, de las enfermedades mentales, de (eso que tanto asusta a algunos) la recuperación de la memoria, la necesidad de saber qué pasó. No habla de ningún régimen en particular ni de ninguna zona geográfica concreta, pero no importa porque como se dice en la novela: Igual que Videla, igual que Mengele, igual que Pol Pot, igual que las familias reales, igual que Ceauçescu. Siempre es lo mismo… El funcionamiento de los regímenes totalitarios es siempre igual. Elorriaga dice que para tratar este tema tan áspero, tan duro, tan ajeno a sus anteriores novelas, ha tenido que cambiar de estilo, de manera de contar las cosas. Lo habrá intentado, no lo pongo en duda, sin embargo no puede. Unai Elorriaga no puede escapar a su manera de contar las cosas, a esa prosa empalagosa para algunos, neurótica para otros y extraña cuando menos. Yo me alegro de que sea así, me alegro de continuar leyendo sus novelas sentado en el tejado, con dos manzanas asadas.

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