Ale, de Verona, me dijo: Tienes que leer a Italo Calvino. Yo sabía quién es Italo Calvino, pero no recordaba haber leído nada de él. Así que siguiendo el consejo y el criterio de Ale me fui a la biblioteca y busqué en la C alguno de sus libros. Había muchos, miré los títulos, observé las contraportadas, dudé entre las novelas y los cuentos y al final descubrí en esa estantería de Narrativa un título que tendría que haber estado en la estantería de Ensayo; Por qué leer los clásicos. No lo dudé un instante. Elegí ese libro. Antes de adentrarme en Italo Calvino quería conocer sus referencias, sus gustos y sus opiniones sobre otros autores. En este libro Calvino hace un repaso a los grandes autores de todos los tiempos, desde Homero hasta Pavese, pasando por Balzac, por Dickens, por Flaubert o por Borges. No se trata de un libro de crítica ni de análisis estilístico, que también lo hace, se trata, en realidad, de un libro de amor, de admiración y cariño hacia esos autores que han significado mucho en la vida de Italo Calvino. Por cierto, me ha descubierto y despertado, este libro, enormes ganas de leer a Carlo Emilio Gadda, del que no supe nada hasta que descubrí que Kirmel Uribe le dedicaba uno de sus poemas y que he encontrado, ahora, entre las referencias de Calvino.
En la introducción de este libro Calvino da catorce definiciones de lo que se puede considerar un clásico en literatura. La primera de ellas dice; Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oir decir “estoy releyendo…” y nunca “estoy leyendo…” Y es verdad que a veces nos da vergüenza admitir que no hemos leído un libro considerado indispensable. En otra de sus definiciones califica a los clásicos como: un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes. También dice; Se llaman clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos. Esta introducción concluye con una sentencia llena de sabiduría y de sentido del humor, características en la prosa de Calvino; La única razón que se puede aducir es que leer los clásicos es mejor que no leer los clásicos. Esto mismo sirve para Italo Calvino, la única razón es que leerle es mejor que no leerle.